LA LEYENDA DEL CURA SIN CABEZA

El Cura sin cabeza (Sacerdote o Padre sin cabeza), es un personaje perteneciente a una leyenda colonial del folclore latinoamericano. Varios países tienen sus propias versiones, que van pasando de generación en generación. Cuenta la leyenda que por las noches aparece de la nada el fantasma de un cura católico, vestido con el hábito usual de su orden o con sotana, pero con la particularidad de que no tiene cabeza, por lo que causa terror y pánico entre la gente. 
Algunas versiones de la leyenda del cura sin cabeza coinciden en que el personaje se trataba de un sacerdote católico cuyo comportamiento no era el adecuado para una persona de su investidura, quien, como castigo por sus actos, fue decapitado, o bien, se trataba de un sacerdote que fue injustamente decapitado por sus enemigos.
Tras lo cual su fantasma se aparece deambulando por las noches, ya sea por las calles o en ermitas, iglesias y otros recintos religiosos, buscando desolado su cabeza, espantando a los pecadores, o como mudo testigo que reclama justicia por su muerte. También se dice que en algunas ocasiones se aparece en el interior de recintos religiosos celebrando misas, o bien, en el interior de algunos locales como antiguos colegios o edificios donde se rumora que ha muerto un sacerdote en extrañas circunstancias. Finalmente, otra de las características de estos fantasmas es aparecerse en sitios donde se guardan tesoros, que los espectros cuidan celosamente hasta que aparezca alguno con la valentía suficiente para reclamarlos.
La leyenda del Cura sin cabeza es común a muchos países de Latinoamérica, encontrándose versiones de la misma en México, Centroamérica, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Uruguay y Argentina. Sus orígenes parecen remontarse a la época de la evangelización colonial donde la Iglesia era la ejecutora de castigos. Como revancha a la opresión, el relato popular se lo toma con el sacerdote, castigado eternamente por algún horroroso pecado.

Templo Nuevo en México, donde la gente afirmó ver al Cura sin cabeza.

Leyendas de fantasmas sin cabeza que deambulan por las noches pueden encontrarse en todas las culturas. En Francia se narra la leyenda de la Abadía de San Dionisio, santo de la Iglesia Católica que fue martirizado hacia el año 240 después de Cristo, junto con San Eleuterio y San Rústico, por predicar el Evangelio en las Galias. San Dionisio fue decapitado en la colina de Montmartre (cuyo nombre derivaría de Mons-Martyrum, Monte del Martirio, según algunos etimologistas, aunque otros defienden que viene de Mons-Martis, Monte de Marte, por haber allí un templo dedicado al dios romano de la guerra), y cuenta la leyenda que, una vez hubo caído la cabeza al suelo, púsose en pie el cuerpo decapitado, recogió la cabeza, y comenzó a andar por espacio de una legua, hasta detenerse sobre el lugar que ocupa actualmente la basílica, donde finalmente expiró.
En la ciudad de Praga, en la República Checa, ciudad famosa por sus historias de fantasmas, existe una acerca de varios fantasmas sin cabeza que se aparecen en el Puente de Carlos por las noches. Son los espíritus de diez caballeros que fueron ejecutados durante la Edad Media, cuyas cabezas fueron colgadas en picas y colocadas en el puente. De Praga también viene la leyenda de un monje templario sin cabeza, decapitado por enamorarse de una mujer noble, que se aparece los viernes a medianoche en la calle Liliová, montado en un caballo blanco, y bajo su brazo sostiene su cabeza cortada. La visión de las fosas nasales del caballo que arrojan rayos y de sus cascos saltando chispas parece una historia conocida. Otro fantasma decapitado de un burgomaestre que sostiene su cabeza aparece en la calle Martinská, en la Ciudad Vieja, para asustar a los que son irresponsables en su trabajo. Mientras tanto, del jardín del Monasterio de Strahov emerge un monje sin cabeza a caballo que sostiene entre sus manos su propia cabeza, condenado a este suplicio por demorarse en asistir a un moribundo debido a su adicción al juego de cartas.
Un fantasma sin cabeza que habla es el protagonista del misterio de uno de los templos más antiguos de Madrid (construido entre los siglos XII y XIII), la Iglesia de San Ginés de Arlés. En 1353, unos ladrones saquearon la iglesia y cortaron la cabeza a un anciano que se encontraba allí. Semanas después, una sombra sin testa apareció en la puerta del templo al caer el sol. Era el ánima del hombre asesinado, que había vuelto a la tierra para revelar quiénes le asesinaron.
Popularmente conocida es la leyenda inglesa acerca del fantasma decapitado de Ana Bolena que recorre los pasillos de la Torre de Londres. Los avistamientos de jinetes sin cabeza empiezan a hacerse frecuentes tras la llegada de los europeos a América, reportándose leyendas acerca de estos espectros en lugares tan disímiles como Nueva York, Texas, Luisiana, México, Cuba, Venezuela, Ecuador y Chile, llegando incluso a ser popularizados por la literatura como es en el caso de la historia corta La leyenda de Sleepy Hollow, del escritor estadounidense, Washington Irving, escrita en 1820.

En América Latina, los orígenes de la leyenda del padre sin cabeza parecen estar relacionados con las ejecuciones de los misioneros católicos durante la época en que comenzaba la difusión del Cristianismo en América, donde estos sacerdotes y monjes eran vistos, especialmente por los hacendados y caciques de la época que querían mantener el poder, como una amenaza, o bien, por no comulgar con el sentir de la propia Iglesia Católica de ese entonces, lo que llevaba a la ejecución de estos sacerdotes, muchas veces contra la voluntad del mismo pueblo, en el marco de la Inquisición Española. Tal es el caso, por ejemplo, del asesinato de Fray Antonio de Valdivieso, sacerdote dominico y uno de los defensores de los derechos de los indígenas durante la colonización española de América, quien fuese asesinado a puñaladas en 1549 en León, Nicaragua.
En este caso, la leyenda surgiría como una forma velada de recordar al sacerdote entre el pueblo llano. Su fantasma se levantaría en la oscuridad reclamando por una justicia que no le ha sido dada todavía. La eterna presencia de la aterradora imagen del padre sin cabeza es tal vez el testimonio lejano del aborigen y el eco remoto de aquellas voces expresando el terror vivido con la muerte de uno de sus primeros defensores, considerado sin duda como la cabeza de un pueblo completamente desmembrado. Parece que la comunidad aborigen que por tanto tiempo permaneció acéfala, desarticulada, trastornada y sin esperanza, guardó horrorizada el recuerdo de un verdadero guía en toda su dimensión y creó el mito del padre sin cabeza a partir de la analogía basada en su propia visión de la realidad. Con la imagen del alma en pena del sacerdote que dio la vida por sus siervos, se ilustra la tragedia de un pueblo que pierde a un caudillo que es en fin de cuentas como un cuerpo privado de la cabeza. Es decir, que un pueblo sin jefe es como un cuerpo acéfalo que camina sin rumbo cierto por los caminos de la vida.
LA LEYENDA EN EL PERÚ
El cura sin cabeza es el aparecido más popular de los pueblos del Perú,[16] donde abundan las historias de estos peculiares fantasmas, algunos de los cuales tienen, incluso, la capacidad de volar.

Imagen de la Iglesia de la Ermita en Barranco, Perú.

Una de las principales versiones sitúa la historia en el distrito de Barranco, en la capital del país, Lima, en una capilla conocida como Iglesia de la Ermita, que es uno de los edificios más antiguos de todo el barrio. A finales del siglo XIX, ocupaba este templo un sacerdote de conocidas malas tendencias, de carácter agrio, y vida visiblemente desordenada. Un personaje frívolo que no resaltaba precisamente por su carisma, dando como resultado que los habitantes del barrio no le destinaran su simpatía. Por aquellas fechas se manifestó un turbulento terremoto en la ciudad. Mientras el párroco se encontraba en el patio de la ermita ocupado en sus tareas, el movimiento sísmico provocó que una de las cúpulas se derrumbara. El suceso le tomó desprevenido, con tan mala suerte que la campana cayó de tal manera, que la masa de acero le destrozó la cabeza, fracturando por completo el cráneo. La cabeza se trituró de tal manera que no se encontraron apenas restos de ella. Solo una mancha de sangre, masa encefálica y algunos pedazos de huesos esparcidos por la zona. Como durante su existencia terrenal había sido malvado, dicen que Dios le impuso como castigo el vagar por siempre sin la cabeza. Se cuenta que el alma de este cura sigue penando sus culpas por las noches.
En el Callao se narra la historia de un romance prohibido entre un párroco y una dama de la noche que daban rienda suelta a sus bajas pasiones en horas de la madrugada en uno de los antros más populares de ese momento, frecuentado por corsarios, piratas y gente de mal vivir . Refieren que entonces el cura, aprovechando su privilegiada condición, y con la sotana puesta, salía de su capilla ubicada en Bolívar y Putumayo y se trasladaba hasta Castilla donde hacía denodados esfuerzos por subir a la plataforma, al encuentro del amor. Es así que en uno de sus cotidianos paseos es interceptado por dos malhechores quienes, indignados y presos del alcohol, decidieron terminar con el mal ejemplo de este párroco y lo decapitaron.
En el pueblo de Tambo, existe una leyenda en la cual un cura sin cabeza se aparecía por las noches en la iglesia de la localidad. En este recinto, por las noches y sin celebrarse ceremonia alguna se encendían las luces, y los vecinos contaban que en su interior se paseaba un sacerdote sin cabeza, vestido con los ornamentos sagrados, haciendo todos los ritos de la misa. La explicación predominante era que se trataba del alma en pena de un capellán de la iglesia, cuya vida no había sido nada edificante, y que para expiar sus pecados venía todas las noches a la capilla, encendía todas las luces del altar mayor, y allí, solo, con el templo vacío y sin acólito que respondiera a sus palabras ni fieles que le escucharan, celebraba el santo sacrificio. El hecho sobrenatural habría terminado la noche en que un joven, por equivocación, se quedó dormido al final de una novena, y quedándose encerrado en el lugar, escuchó toda la misa del cura sin cabeza, por lo cual éste, cumpliendo su voto, pudo por fin descansar.
Otra leyenda de Juliaca, en la provincia de San Román, habla de varios frailes sin cabeza que aparecían en la plaza de armas de Santa Catalina y se introducían en el Colegio San Román. También en Yanacancha, Provincia de Pasco, se cuenta la historia del espectro de un cura sin cabeza que podía volar y que atacaba a los transeúntes, hasta que uno de ellos se le enfrentó y descubrió el tesoro escondido que guardaba el fantasma en una tumba cercana a la iglesia, fruto del robo que en vida hizo el sacerdote a sus feligreses.
En Cajamarca, por el año 1800, un espectral cura sin cabeza arrancaba las cabezas de los que encontraba con la esperanza de que fueran la suya, tras ser decapitado por los pueblerinos luego de descubrirse su romance con una jovencita local, caída en las redes del sacerdote tras hacer éste un pacto con el diablo.
En Huamán se cuenta que había un cura que todos los días martes y viernes a las doce de la noche salía recorrer el pueblo montado en su caballo. Iba con su hábito y su sombrero que flotaba en el aire porque no tenía cabeza. Toda persona que se encontraba con el cura cuando recorría el pueblo moría, arrojando espuma por la boca y los que sobrevivían se volvían locos.

Calle de Barranco en Lima, Perú.

En Chachapoyas se narra sobre la existencia de un sacerdote de la Congregación de los Mercedarios que en sus múltiples andanzas fuera del convento, llegó a faltar el voto de castidad hecho a la Iglesia. Al enterarse los moradores del lugar se indignaron y pusieron en conocimiento de lo ocurrido al Padre Superior, quien púsole por castigo la reclusión permanente en el convento, donde murió años después, siendo sepultado sus restos en el patio del jardín de dicho convento. Cuentan que en el jardín llamado La Merced, junto a la Iglesia y frente al convento, aprovechando la oscuridad de ese entonces, a altas horas de la noche se veía salir a un fraile sin cabeza, llevando un látigo en la mano dirigiéndose al sur del mencionado jardín, y se introducía en una huerta donde existía una vertiente llamado El Pozo de las Cabecillas, luego de unos minutos se le veía salir de ese lugar, pero con cabeza y retornaba de nuevo al convento. Los moradores aseguraban que si veían al cura entrar en la vertiente, sin cabeza y ya no lo veían salir, es porque les iba a tocar mala suerte en los negocios, en el amor, etc, pero si minutos más tarde aparecía con cabeza dirigiéndose al convento era buen augurio de que el negocio emprendido tendría buen provecho, y éxitos en el amor.
La Iglesia de San Francisco, en Huancavelica, fue vinculada con la leyenda del padre sin cabeza por Ricardo Palma en su libro "Tradiciones Peruanas", según la cual, un padre franciscano que se ahorcó en una de las celdas del convento, sale a caminar por las noches y toca las campanas de la iglesia.
Otra leyenda de Arequipa del siglo XIX narra la aparición de un fraile sin cabeza que recorría el callejón de la Catedral, vestido de monje franciscano. La leyenda cuenta que el espectral personaje había sido decapitado por el hijo de un noble español, quien por un desacuerdo intrascendente, había reñido con el fraile y en medio del calor de la desigual contienda, la cabeza de éste último había sido cortada de tajo, a causa del fuerte golpe que le propinó el hijo del noble con la espada. El lamentable acontecimiento había ocurrido en el callejón de la Catedral. Se cuenta además que el religioso había sido enterrado sin su respectiva cabeza, pues al momento de la decapitación, un perro la había mordido y llevado a esconder en algún recoveco de los alrededores. Era por esto que el fraile andaba vagando en la busca eterna de su cabeza.